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La política del emperador

Ilustración: @nico_mezca

La política del emperador

Por Tomás Astelarra para La Luna Con Gatillo

Los movimientos populares han generado diversas propuestas de sociedad yendo de la protesta a la propuesta, de las periferias al centro, y con una mirada que pretende ser ecofeminista. ¿Cómo poder influir en el arriba, en esas cuarentas manzanas porteñas que determinan los destinos del país, sin caer en las trampas de un estado neoliberal y un sindicalismo verticalmente patriarcal?

“Porque estuvieron los torturadores, los violadores, los que pasaban la picana, los que golpeaban, pero ellos fueron los títeres. Los titiriteros son los dueños del poder económico. Los homicidios, las desapariciones, la torturas, las vejaciones, que llevan a recordar a la edad media en los tiempos de la inquisición, no fueron el objetivo, sino el medio para imponer un sistema económico financiero que desindustrialice la Argentina y que la convierta en una oficina del FMI. Lo dice Rodolfo Walsh en el punto quinto de la carta abierta a la Junta Militar”

Carlos del Frade,intervención del 24 de Marzo en la legislatura de Santa Fe.

“Hoy los 30.000 estarían al lado de ustedes luchando contra el FMI, diciendo no a la megaminería, no a la entrega de la soberanía, de los ríos, de los puertos, de la tierray el agua. Estarían luchando por los pibes caídos por la bala asesina de la policía y todas las mujeres caídas por la mano asesina del femicida”

Nora Cortiñas, acto del 24 de Marzo en Buenos Aires.

La pregunta es: ¿quién es el emperador? ¿El presidente, el CEO, el patrón de estancia, Galperín, Bill Gates? ¿O acaso el emperador es el pueblo organizado? Hasta quizá mejor, la emperatriz es la Madre Tierra y su séquito de poetizas populares. Ante la crisis del gobierno nacional, el Tío Alberto ha vuelto a repetir una y otra vez que él es el presidente y que las decisiones las toma él. Como buen constitucionalista debe entender así uno de los grande errores de la constitución nacional. Aquel que dice “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes”. Votá cada dos años y después callate la boca. Nada importa si es democracia o no que el presidente priorice los intereses de un grupo concentrado de empresas que especulan con el alimento sobre los de una masiva población cuyo trabajo no le alcanza para cubrir la canasta básica. No importa si está cumpliendo o no con su palabra de campaña. O si, más allá de las ideas particulares, está dispuesto a escuchar a un sector mayoritario de la coalición que ha demostrado en elecciones anteriores aventajarlo ampliamente en cantidad de votos (y por ende apoyo popular). Sector que en la reciente marcha del 24 de marzo, logró tejer la voluntad de 60.000 personas para caminar de la periferia al centro de la ciudad (esas cuarenta manzanas donde todo se decide dice MK). Que va a escuchar entonces el presidente que se cree emperador a las poetizas populares, sus reclamos y propuestas. La pirámide de poder está invertida. Quizá este tipo de situaciones exprese la diferencia entre un gobierno “popular” y un gobierno “populista”.

La democracia participativa es la gran deuda pendiente de la sociedad argentina y muchos lados más. No es casual que la falta de esta se exprese a través del piquete o la movilización, las revueltas masivas en todo el mundo. En todo caso la protesta popular en las calles es una herramienta concreta, real, evidente y mucho más fidedigna que las encuestas, las opiniones televisadas o el trending topic de las redes sociales que utilizan los de arriba, los políticos de palacio (y cuya expresión, además, de muchas veces paga, no requiere más esfuerzo que apretar un botón sin salir a la calle o conocer la realidad de a quienes se gobierna o con quienes se comparte la sociedad toda). Desde abajo, con sus inconveniencias y contradicciones, los movimientos populares llevan adelante numerosas alternativas a esta falta de democracia. Desde el piquete o la marcha a las asambleas barriales o el impulso de ordenanzas de presupuesto participativo, o la creación de sindicatos y partidos políticos que intentan quebrar la lógica de iluminados (el término masculino es adrede) de mesa chica en el centro de Buenos Aires. No es fácil.

A pesar del carácter ancestralmente comunitario y participativo del pueblo boliviano, y de recoger y responder pedidos que todos los días la gente de la calle le dejaba en los bolsillos de su traje sastre de alta costura, muchos movimientos populares del vecino país afirman que el gobierno de Evo Morales no pasó la prueba de la democracia participativa y su gobierno quedó encerrado en palacio. Algo parecido sucedió con el triunfo de la burocracia bolivariana en Venezuela sobre el proceso comunal (impulsado por Hugo Chavez).

Del otro lado, experiencias autonomistas ligadas a la cosmovisión zapatista o resabios lejanos del anarquismo aniquilado a principios de siglo, intentan construir por fuera del estado, con grandes resultados evidentes, pero al igual que el otro camino (el de la herramienta política), con notables contradicciones y sin poder reflejar soluciones masivas frentes a un sociedad cada vez más radicalizada en discursos individualistas y de odio (como desconocer los 30 mil desaparecidos). La candidatura por parte del zapatismo y otros pueblos originarios de México de la candidata Marichuy a la elecciones de 2018 en México, dejó perplejo a más de un autonomista, sea que la intención fuera hacer una carrera de política institucional o visibilizar sus luchas.

Quizá sea un poco y un poco. Una de cal y una de arena. O tres de arena y una de cemento. O tres de tierra, una de arena y un baldecito de bosta fermentada (algunes también le echan un pizca de cal pa los bichos). En todo caso, el cuidado de la Casa Común (Madre Tierra) o la construcción de una opción colectiva donde quepan muchos mundos pa solucionar esta crisis civilizatoria, no parece ser una prioridad de les dirigentes institucionales y empresarios del mundo.

Federalizar y ecofeminizar la política

“Las grandes estructuras nacionales a veces no logran tener una llegada que no sea colonial en los pequeños territorios. Uno adscribe a los movimientos nacionales porque son quienes tienen un relato unificador y quienes se transforman en interlocutores en los espacios concentrados de poder. Pero deberíamos pensar en modelos políticos donde realmente las disidencias se puedan hacer escuchar. Tenemos que ver como articulamos estos discursos locales en un mapa de palabras, en un mapa de reivindicaciones disímiles. Somos sujetos sociales diversos, pero estamos asistiendo a un personalismo de las disidencias, a sujetos individuales. Cada ecosistema debe dar un relato de su realidad”, opina Olga Lubel, del Mercado Vaquereño de Salta. “Hay un desafío que es ver como las organizaciones nos dejamos impregnar por una lógica ecofeminista y en este sentido replantearnos algunas formas de construir el poder popular, de tomar las decisiones, de cuales son los temas que ponemos en agenda, mas allá de que participemos varones, mujeres o disidencias. Siempre asumiendo que las mujeres y disidencias estamos en una desigualdad concreta que nos mata”, opina Pamela McKay del Frente Popular Darío Santillán (FPDS) de Merlo.

“Antes la gente cuando se refería a la política iba al sindicato o al partido. Con el avance neoliberal, y la financiarización de la economía tras la dictadura, eso entra en crisis y frente al desempleo masivo empiezan a surgir los movimientos populares, experiencias de lucha que tienden a ser sectoriales y locales. Una comunidad en un determinado lugar lucha por un tema reclamándole al estado algo que no está. Luego se van generando ciertas articulaciones entre estas experiencias que en torno a ciertas coincidencias van generando un sindicato como la UTEP y ocupando pequeños espacios de gestión en el gobierno que van de distintos cargos en la secretaría de Economía Popular a más de 50 concejalías en la provincia de Buenos Aires. También consiguiendo logros importantes como la aprobación de la Ley de Emergencia Social que creo el Salario Social Complementario (hoy Potenciar Trabajo) que se ajusta por el salario mínimo vital y móvil que se establece en un consejo del que hoy participan estos movimientos sociales a través de la UTEP”, hace historia Mariano Pacheco, comunicador popular, filósofo cabeza y director del Instituto Generosa Fratassi. En sus trabajos y conferencias aclara que estos movimientos, que hicieron su irrupción visible en la revuelta popular de 2001, nacieron (además de sobre la debacle del Consenso de Washington) en las periferias (Cutral Co o Tartagal, los barrios y las calles), y en manos principalmente de mujeres, cambiando la lógica partidaria y sindical que era de hombres y de fábrica, oficina o unidad básica. Las peripecias del ingreso de les cumpas de los movimientos sociales a estructuras de la burocracia un estado neoliberal la reflejamos el año pasado en la nota Avatares de la relación entre las poetizas sociales y el poeta impopular y es parte de la reflexión Ser o no Ser que amablemente nos compartió el cumpa Pablo Blank del Movimiento Campesino de Córdoba (MCC).

“Hay un montón de problemas en la institucionalización de los movimientos sociales. La CGT ya cumplió 100 años, y los sindicatos vienen de mucho antes, de la tradición gaucha y anarquista. A dónde está que no se ve la famosa CGT, cantábamos en las movilizaciones de los noventas. Los movimientos sociales irrumpieron con una fuerza arrolladora hace menos de treinta años, pero naturalmente tendieron a sindicalizarse. Tiene una ventaja de que podes sentarte a discutir con el estado ciertas reivindicaciones. Pero tiene un problema, que lo estamos procesando.Y es que la lógica política de los movimientos populares es diferente a la de los sindicatos. Yo de la experiencia piquetera pasé a trabajar en el Subte y a formar parte del sindicato, y realmente me di cuenta que eran dos mundos completamente diferentes siendo todos trabajadores. El tipo de sindicalismo que trata de generar la economía popular es democrático y participativo desde abajo, comunitario, feminista y ecologista, cosa que el sindicalismo hace 50 años no tenía porque los feminismos no habían ocupado el lugar que hoy ocupan en la sociedad, porque la cuestión ecológica era un tema pero no se le daba tanta bolilla, y los trabajadores se organizaban en la fábrica (no como ahora que están la mayoría precarizados y se organizan en los barrios)”, trata de explicar Pacheco, mientras me hace recordar una curiosa anécdota pachakutiesca que pasamos juntos.

Resulta que una vez fuimos a una charla sobre este tema de la anexión de la UTEP a la CGT. Había unas compañeras de una organización más chica, del palo autonomista, que le preguntaron a un dirigente de una de las organizaciones más numerosas y populares como iban a hacer para insertarse en una estructura patriarcal como la de los sindicatos. “Y eso vamos a solucionarlo en el caminar. Pero pa serte sincero, cuando hay reuniones de la UTEP su organización manda compañeros que hablan con la e. Nosotros mandamos a las compañeras”, respondió. La tarea es amplia y no falta de contradicciones en todas las escalas y ámbitos de la política, desde las ollas populares a las oficinas de algún ministerio. Lo cierto es que la UTEP tiene la mitad de su consejo integrado por mujeres y la economía popular invierte el ratio mujeres/hombres del trabajo tradicional en grandes empresas o pymes de 40/60 a 60/40. Naturalmente esto debería dar otra estructura de participación sindical o dentro del estado. Como dicen las cumpas zapatistas, hay que utilizar cualquier tipo de herramienta para darle a la grieta. No la que hay entre Alberto y Cristina. Sino la que hay que hacer en el muro que creo el capitalismo para no dejarnos entrar a los lugares de decisión. Las contradicciones de estas herramientas no son diferentes a los procesos autónomos que buscan arreglarse la vida por fuera del estado.

Repartiendo y compartiendo el laburo

“A mi me preocupa que haya una parte de nuestros sector que entra en un discurso y una posición cercana a la antipolítica, de que no nos debería importar lo que se discute en esas esferas del poder que son ajenas a nosotras, porque nosotras estamos preocupadas por la vida cotidiana, por el día a día de nuestras construcciones. Mi sentimiento es rotundamente opuesto. Mi experiencia personal y desde mi lugar de militancia es que lo que nos paso en el 2015 fue brutal, porque habíamos sido tibios en nuestra militancia de rechazo a lo que implicaba el proyecto de Macri para nuestro pueblo, para nuestro territorio. Entonces creo que ahora es un error que no tenemos que cometer nunca más. Como sector nos cuesta mucha la relación entre lo social y lo política, o entre la política de nuestro territorio y la que sucede en otras esferas, otras instituciones, como si esos fueros campos que se pudieran separar. Muchas veces terminamos por renunciar a nuestra soberanía en la toma de decisiones como pueblo. Es un momento donde luchar contra el neoliberalismo implica no comernos el verso de la no política y al contrario, recuperar el debate y la concientización sobre lo que implica, por ejemplo, el FMI en nuestro territorio y ver cual es el camino a seguir. Pero para eso desde la militancia tenemos que fomentar esos espacios de discusión”, advierte Mercedes Ferrero de la Unión de Trabajadoras de la Tierra (UTR) de Córdoba.

Una vez mientras lo entrevistaba le pregunté a Asterio Romero (histórico compañero de Evo Morales en los movimientos populares del Chapare) si me hablaba desde su posición de productor de coca, de vicepresidente de las seis federaciones cocaleras del Trópico de Cochabamba, como parte de la mesa política del MAS o secretario de Gobierno de Cochabamba. “Un poco de todas esas”, me contestó con total naturalidad. “Perón decía que el sofacama no servía ni para sofá ni para cama. Podemos pensar también en la función del hombre orquesta que toca muchos instrumentos pero ninguno bien. Lo que aparece que un proceso de institucionalización de los movimientos populares tiene cuatro tipo de tareas que están en nuestras organizaciones, que se producen de manera simultánea, pero que necesitan una especificidad, es decir, compañeros y compañeras con mayor dedicación a ese sector. Hay un vector sindical, uno estatal, uno productivo y uno político emancipatorio (que son nuestras reivindicaciones como sociedad). Hay que ver en cuales de estas tareas estamos más capacitados o más deseosos de participar y articular y respetar con las compañeras que encaran otra de estas tareas”, explica Pacheco.

“Más allá del FMI, la Guerra en Ucrania o las negociaciones palaciegas, nosotras tenemos compañeras en el Estado a las que tenemos llegada, y que confiamos en que este año sigan desarrollando las políticas públicas para nuestro sector, como lo viene haciendo desde que asumieron. Son las funcionarias que funcionan. Como la compañera Mari Castillo (directora de la secretaría de Economía Popular), que es una cartonera que hoy está en el Estado y que no va a permitir que una parte del presupuesto destinado a su cartera se quede sin ejecutar. Porque ella sabe lo valioso que es cada centavo que tiene. Así que con esa confianza nosotras vamos a ir proyectando el desarrollo de la gestión integral de residuos sólidos urbanos (Girsu) con inclusión social en cada rincón donde halla compañeras organizadas. Nuestras tarea desde Córdoba es federalizar este trabajo, implementado plantas de procesamiento en cada lugar que se pueda a medida que vayan llegando maquinarias y podamos seguir ejecutando proyectos. Un modelo que vamos adaptando en cada territorio y mejora las condiciones de existencia de las compañeras trabajadoras de este sector”, cuenta Agustín Mignorance, parte de la Cooperativa de Carreros La Esperanza de Córdoba, dentro de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores, dentro del UTEP. Agustín resalta que dentro de las curiosidades o contradicciones de las geopolítica y las acciones en los territorios, los fondos a través de los cuales se financian las cooperativas de cartoneres son entregados por el BID y no podrían haber sido posibles este año sin un acuerdo con el FMI.

Correlación de fuerza y batalla cultural

Además de madre y abuela, María Castillo fue delincuente (cartonear era una delito en la época, 2001, en que comenzó con este oficio producto del desempleo de su pareja), fundadora de la Cooperativa Amanecer (modelo en el mundo de reciclado con inclusión social), secretaria general de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) en Lomas de Zamora y referente de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCYR). Además de ella, hay otros casos recientes de mujeres cartoneras que pasaron a ser funcionarias públicas, como Natalia Zaracho (diputada nacional) o Jackie Flores (subsecretaria de Residuos Sólidos Urbanos y Economía Circular del Ministerio de Ambiente de la provincia de Buenos Aires). “Suele pensarse en un doctor o licenciado y no alguien de la economía popular para ocupar un lugar en el Estado. Estar en el Estado es una responsabilidad muy grande porque una representa a los compañeros. El hecho de ser mujer hace que el desafío sea más grande porque es difícil que nosotras nos insertemos en estos espacios. Es parte de la lucha”, expresa Castillo. Y agrega: “Que se hayan abierto puertas en el Estado para que ocupemos estos lugares, nos permite trabajar para transformar la realidad. Ocupar este rol no lo siento como un mérito propio, sino un logro del sector”. La sindicalización de las cartoneras en FACCYR (que nuclea al 80% del sector) ha permitido negociar una suba de precios del cartón o el plaśtico frente a un mundo atomizado de compradores que demandan materiales de descarte (que antes imponía el precio por la atomización de la oferta, los recicladores individuales). Por otra parte, unidas y organizadas, y con cargos en el Estado, las compañeras están impulsando la Ley de Envases, para que las empresas paguen un impuesto para subsidiar el reciclado de la basura que lleva a cabo este sector de la economía popular. Por el momento el loby de las empresas multinacionales de alimento (parte de la estructura oligopólica que aumenta precios para fomentar ganancias extraordinarias) lograron frenar la ley. Pero es evidente que la dichosa correlación de fuerzas ha mejorado, de personas expulsadas del sistema laboral que no tuvieron otros recurso que ejercer una actividad ilegal y desprotegida (inventándose su propio trabajo) a un sector organizado por cooperativas y un federación que es capaz de impulsar una ley nacional.