PANORAMA

Córdoba: la complicidad colonial del Estado en beneficios de las plataformas extranjeras

Entrevista al abogado laboralista Carlos Cafure sobre el desembarco de las plataformas de servicio público extranjeras en la provincia de Córdoba.

Hay algo profundamente doloroso en ver cómo una ciudad como Córdoba, que alguna vez se jactó de proteger a sus trabajadores, se convierte lentamente en tierra fértil para el despojo. Lo dijo con crudeza el abogado laboralista Carlos Cafure: “Las plataformas funcionan como un Estado paralelo”. Y tiene razón.

Hoy, 15.000 vehículos de Uber circulan en Córdoba. Detrás de esa cifra hay miles de taxistas que pierden su sustento, planes de trabajo que se caen, licencias que se devuelven con resignación. Hay vidas que se desmoronan frente a la mirada indiferente de quienes juraron representarlas.

No es sólo Uber. Son las aplicaciones. Son los algoritmos que deciden sin corazón, sin patria y sin ley. Es el avance voraz de un modelo que disfraza de modernidad lo que no es más que explotación. Y es también, sobre todo, la política que no hace nada. O peor: que hace como que no puede.

¿Dónde están los concejales? ¿Dónde los intendentes que prometían proteger el trabajo local? En palabras de Cafure, “se comportan más como gerentes de estas plataformas que como representantes del pueblo”. Y mientras tanto, los taxistas —los de verdad, los que pagan impuestos, licencias, seguros, y se levantan todos los días para ganarse el pan— son tratados como estorbos. Como si fueran analfabetos fáciles de manipular.

La traición no es nueva. Pero hoy se siente más honda. Porque incluso cuando se presentó un proyecto para bloquear judicialmente a estas plataformas, el oficialismo municipal ni siquiera lo trató. Prefirió mirar para otro lado. Prefirió dejar que el taxi —símbolo del trabajo honesto y legal— se hunda solo.

No es Córdoba la única. Río Cuarto, Villa Allende, muchas ciudades repiten el mismo guión. Legalizar lo ilegal. Beneficiar a quienes han violado sistemáticamente la ley. Castigar a quienes cumplen. ¿Qué mensaje están dando? ¿Qué futuro nos están dibujando?

En este contexto oscuro, Cafure rescata un ejemplo luminoso: Huerta Grande. Un pueblo que decidió enfrentar esta lógica. Que no sólo prohibió las plataformas, sino que avanzó con herramientas para hacer efectiva esa decisión. Porque un Estado presente no se rinde. No entrega. No abandona.

Lo que está pasando en Córdoba no es una anécdota: es un síntoma. Un país que deja caer a sus trabajadores para abrirle la puerta a las multinacionales está dejando caer también su dignidad.

“No se dejen mentir”, advierte Cafure a los taxistas. Y ese llamado debería resonar más allá del gremio. Nos lo dice a todos: no nos dejemos mentir. No compremos como progreso lo que en realidad es abandono. Porque una ciudad sin justicia social no es una ciudad moderna: es simplemente una ciudad sin alma.