
Entrevista realizada por Juan Yacobs para el programa Panorama, al periodista Lea Ross del sitio La Luna con Gatillo.
A un mes del asesinato de Guillermo Bustamante en una estación de servicio de Córdoba, rodeado por una quincena de policías, la frase “los buenos son los de azul” pronunciada por el gobernador Martín Llaryora resuena con fuerza en la escena política local. No sólo por su contenido, sino por el momento elegido para pronunciarla: apenas semanas después de que Javier Milei usara las mismas palabras en la ExpoAgro, en medio de las críticas a la represión de la marcha de jubilados del 12 de marzo.
El periodista Lea Ross fue uno de los primeros en advertir esta curiosa coincidencia discursiva y su trasfondo. En su intervención en el programa Panorama, Ross traza una línea que une hechos aparentemente inconexos: la brutalidad policial en Buenos Aires, la muerte de Bustamante en Córdoba, y la reacción institucional que busca blindar a las fuerzas de seguridad bajo un discurso de bondad y profesionalismo. ¿Qué se busca instalar en la opinión pública cuando se repite esa frase?
El análisis de Ross es contundente: tanto Milei como Llaryora recurren a la exaltación de las fuerzas policiales en contextos donde la legitimidad de esas fuerzas está severamente cuestionada. Mientras Milei respaldó a la Gendarmería luego de los golpes a manifestantes y periodistas, Llaryora decidió homenajear a policías heridos en hechos aislados con automovilistas, justo cuando comenzaban a conocerse los resultados de la autopsia de Bustamante. Una autopsia que —según la versión mediática— apuntaba al consumo de estupefacientes como causa de muerte, aunque sin descartar la responsabilidad del accionar policial.
Este intento por capitalizar mediáticamente los episodios y alinearse con el discurso de “orden y seguridad” nacional no es casual. Llaryora tiene en Córdoba un electorado altamente simpatizante de Milei: los votos libertarios en el balotaje superaron los obtenidos por cualquier candidato provincial. Ross plantea que el gobernador busca sintonizar con ese segmento, aunque elige imitar uno de los aspectos más impopulares del presidente: la represión.
En este punto, surgen dos cuestiones de fondo. La primera es que la exaltación de las fuerzas de seguridad choca con la cruda realidad de una policía cordobesa atravesada por la corrupción, como lo muestran los escándalos recientes, desde el caso Blas Correas hasta la detención del subjefe policial involucrado en financieras clandestinas. La segunda es la falta de una reforma estructural: no hay indicios de voluntad política para democratizar, controlar o transparentar el accionar policial.
Ross sugiere que la discusión sobre seguridad debe ser más profunda: no puede limitarse a una policía más visible o premiada, sino a un enfoque integral que incluya el control civil, oportunidades para las juventudes y una verdadera lucha contra las redes del narcotráfico. Mientras eso no ocurra, la frase “los buenos son los de azul” no será más que un eslogan vacío que encubre prácticas sistemáticas de violencia institucional.
El caso Bustamante, como antes el de Blas Correas, interpela a toda la sociedad: ¿qué modelo de seguridad queremos construir? ¿Uno que se mide en condecoraciones o uno que garantice derechos?
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